El granallado es un procedimiento que utiliza micro-perdigones de acero de diámetro comprendido entre 1,7 y 2,0 mm para bombardear la superficie del revestimiento.
El impacto de estos micro-perdigones remueve las partes superficiales tiernas del conglomerado bituminoso, liberando el material no ligante y creando una macro-rugosidad. Simultáneamente el material no ligante, además de estar limpio en superficie, puesto que es martillado sin ser fracturado, aumenta la micro-rugosidad.
Los micro-perdigones se recuperan por rebotamiento, se limpian y se utilizan nuevamente, mientras el polvo producido es aspirado y almacenado a fin de evitar contaminaciones.
Tras esta ejecución, el pavimento presenta una elevada macro-rugosidad y, por consiguiente, un buen drenaje superficial (material no ligante en realce con respecto al plano de desplazamiento del agua) que reduce sensiblemente el peligro de “aquaplaning” y la proyección de agua hacia los otros vehículos, en caso de lluvia.
La macro-rugosidad favorece, además, la reducción de las emisiones fónicas. A la vez, los materiales no ligantes en realce en la superficie vial habrán asumido una forma irregular (micro-rugosidad) que permite un mayor roce con el neumático.
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